El éxito es un tema complicado de hablar, pero curiosamente, su opuesto, el fracaso, no. Andy Bailey expone 16 diferencias entre las personas que triunfan y las que fracasan.
Quizás nunca nos pongamos de acuerdo para encontrar una sola definición de éxito. Sin embargo, parece probable que al ver a una persona infeliz, estancada en un empleo miserable y monótono, amargada consigo mismo y con los demás, incapaz de mostrar una sonrisa o de un momento de alegría espontánea e imprevisible, consideramos que se encuentra en el pantano de la frustración y el fracaso.
Andy Bailey expone 16 diferencias entre las personas que triunfan y las que fracasan, un principio con el que estoy de acuerdo:
Aceptan el cambio / Temen el cambio
Quieren que los otros triunfen / Secretamente esperan que los otros fracasen
Irradian alegría / Irradian enojo
Asumen la responsabilidad de sus fracasos / Culpan a otros de su fracaso
Hablan de ideas / Hablan de personas
Comparten datos e información / Acaparan datos e información
Dan a las personas correspondientes el crédito en sus victorias / Toman el crédito que corresponde a otros
Se proponen metas y planes de vida / No se proponen metas
Llevan un diario / Dicen que llevan un diario, pero no es cierto
Leen todos los días / Ven televisión todos los días
Se conducen desde el principio de transformación / Se conducen desde el principio de transacción
Aprenden continuamente / Piensan que lo que son es más que suficiente
Elogian a los demás / Critican a los demás
Perdonan / Guardan rencor
Mantienen una lista de lo que quieren ser / No saben qué quieren ser
Son agradecidos / No toman en cuenta a los demás ni al mundo que los rodea
En este sentido, hay dos ejemplos a seguir:
Nelson Mandela. Pasó 27 años en prisión y luego fue elegido presidente. Su actitud es un ejemplo de cómo gestionar el éxito, ya que no optó por el rencor, sino por la reconciliación. Si no lo hubiera hecho, Sudáfrica habría tenido muchos más problemas internos.
Steve Jobs. «Steve Jobs fue despedido de Apple por no saber gestionar bien el éxito de la empresa y luego lo hizo mucho mejor en su segunda etapa. Es un ejemplo de lo que hacen muchos directivos, que van adaptándose a los triunfos», dice Juan Carlos Cubeiro.
En definitiva, y como dice Ana María Llopis, presidenta de Dia, «se puede aprender de los fracasos, pero es mejor hacerlo de los éxitos». Si no es así, más dura será la caída.
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