Todos los que tenemos más de 30 años nos acordamos de ‘La vida es así’, ¿verdad? Aquellos dibujos animados franceses de los años 80 en los que los glóbulos blancos eran policías montados en naves futuristas y los glóbulos rojos, porteadores cargados con pompas de oxígeno… Bien, pues había un capítulo dedicado al cerebro, cómo no, y allí aparecía una especie de puente de mando en el que gobernaban uno ancianos barbudos que nunca se llegaba a saber bien qué representaban. 28 años después, ese recuerdo se activa en la cabeza de muchos espectadores de ‘Del revés’, la película de Pixar que se estrenó hace un par de semanas.
El juego es el mismo: dar una representación más o menos antropomórfica de la actividad cerebral. Hay, de nuevo, un puente de mando y unos pilotos que esta vez sí que tienen nombre: las emociones. Ira, alegría, tristeza, miedo, repulsión… ¿Y éstos señores llamados emociones quiénes son? ¿Una proteína, un tipo de célula, una vibración eléctrica dentro del cerebro?
«Es difícil responder a esa pregunta. Le diría que una emoción es una manera de percibir el entorno. Una emoción es una interpretación del mundo externo«. Parece la respuesta de un psicólogo, pero el que habla es un neurólogo, Javier de Felipe, investigador del CSICy autor del reciente ensayo ‘El jardín de la neurología’ De Felipe vio este fin de semana ‘Del revés’ y se ha prestado a explicar lo que encontró en la película, igual que la psicóloga sevillana María Jesús Sancho. «Una emoción es algo que se mueve dentro de una persona y que la impulsa a comportarse de una manera o de otra», explica Sancho.
De modo que las emociones no son sujetos físicos que puedan ser aislados como el litio, los nervios o las neuronas que andan por aquí adentro. De modo que vaya audacia la del guionista que intuyó que los viejecitos del puente de mando debían representar esa cosa abstracta y casi imposible de definir llamada emoción.
Vamos a intentarlo otra vez: ¿por qué algunos de nosotros tendemos a coléricos, otros a melancólicos y otros a alegres? «Cuando nacemos», explica Javier de Felipe, nuestros cerebros están casi desconectados. Hay sistemas automáticos que vienen dados, los que permiten que el bebé se alimente y respire, pero, en general, el cerebro está formado por árboles pequeños y con pocas ramas que irán creciendo hasta que, con los años, se enreden con otros árboles. Se dice que el pensamiento abstracto aparece a los siete años de repente. Bueno, pues no es de repente, es después de años de crecer. Y ese cableado de árboles viene marcado por las experiencias y entorno familiar. La experiencia crea circuitos y conexiones cerebrales por los que, después, durante toda la vida, se moverá la información. Me refiero a cosas como la de un niño al que pegasen cada vez que beba leche. De mayor, tendrá una tendencia a asustarse si le ponen leche. Los psicoanalistas también trabajan en esto, en deshacer el camino y descubrir por qué se torció una ruta, aunque no lo sepan decir así en términos neurológicos».
Y continúa. «Hay un estudio que siempre cito, de un neurólogo sueco que estudio el funcionamiento cerebral de las señoras portuguesas que limpiaban en su hospital. Algunas sabían escribir y leer y otras no. Pues ese estudio demostró que la capacidad de escribir cambiaba las rutas por las que circula la información en el cerebro».
María Jesús Sancho también cree que la personalidad, la tendencia a primar unas emociones más que otras, tiene que ver «con la crianza y con las vivencias, con las nuestras y con las de nuestros padres y quizá a más largo plazo aún». ¿Qué más ha visto en ‘Del revés’? «Me quedo con la manera de representar a las emociones, sin sensiblerías. Las emociones no aparecen como buenas o malas en sí. El miedo, que en principio es negativo, tiene una misión que es proteger a la niña. La tristeza sirve para resolver un conflicto. Y lo mismo para la alegría, que es la emoción socialmente bien vista, pero que no es siempre el estado de ánimo perfecto».
¿Cómo contarlo sin destripar demasiado la película? La niña de ‘Del revés’ tiene un disgusto que le viene de fuera, de una mudanza un poco caótica. Estresados, los pilotos de su cerebro reciben más presión de la que pueden soportar y se hacen un lío y todo se queda ‘del revés’. ¿Una depresión? «Es más una situación de ansiedad y estrés propia del paso de la niñez a la adolescencia, que, en este caso, coincide con la mudanza», explica Sancho. O sea, que importa más el ‘pavo’ que el trauma. «Lo que le ocurre a esta niña es que tiene que romper la zona de confort de su infancia. Eso lo representa muy bien el personaje del amigo invisible que acompaña a Alegría por los recuerdos pero tiene que…». Hasta aquí podemos leer, tarjetita para el público.
Hay otra escena en ‘Del revés’ que viaja hasta el subconsciente de la niña. Y subconsciente es una palabra de psicoanalistas, ¿verdad?, más que de neurólogos. De modo que ¿qué pinta un concepto freudiano en una película que habla de neuronas, nervios y proteínas? «Neurólogos, psicólogos, psiquiátras… Todos estamos en lo mismo. Hasta los filósofos. Yo veo a los neurólogos casi como a filósofos queriendo responder a preguntas como por qué inventamos, por qué nos deprimimos, por qué olvidamos, por qué nos enamoramos…», explica Javier de Felipe. «Todo está en el cerebro. Si me preguntan cuál es el gran malentendido sobre el cerebro que anda por ahí circulando, le diré que es el misticismo con el que se piensa en el cerebro». Por eso, De Felipe cree que ‘Del revés’ habla, simplemente, de maneras de interpretar la realidad que entran en conflicto».
A los dos les ha gustado mucho ‘Del revés’. De Felipe de la pondría a los estudiantes universitarios y Sancho dice que se acordó de ‘Alicia en el País de las Maravillas’ cuando estaba en el mundo de los sueños. Los dos dudan de que un crío de cinco o seis años pueda entender la película. Pero bueno, qué más da, tampoco hay quien entienda ‘Alicia’ y miren qué obsesión.
Vía: El Mundo.